15.12.06

Muchas cajas están por deshacer, unas bien guardaditas en el trastero, otras recorriendo varios rincones de la casa siempre en busca del lugar donde más entorpezcan el paso. Las cajas son así. No permiten que les hagas el vacío. Libros, sábanas, cacharros de cocina esperan turno para salir de su embalaje, pero no los deuvedés. Esos son artículos de primera necesidad.

El otro día decidimos ver, o mejor dicho refrescar, El sexto sentido. A pesar de los cerca de diez años que lleva estrenada, esta película tiene un extraño aire de clásico que no se suele encontrar en largometrajes tan modernos. Pero este clásico se ha transformado con los años. Después de Los Otros, «Médium», «Entre fantasmas», «Muerto como yo», etc., ahora no compartiríamos como entonces la sorpresa que se llevó el bueno de Bruce. Pero El sexto sentido no es sólo la primera película moderna en la que se nos presenta el tema del fantasma engañándose a sí mismo. Porque nos da mucho más: un guión fabuloso, un uso muy apañado del suspense, el mejor trabajo de Willis (pero no el mejor de Toni Collette; ella siempre está bien) y una de las mejores actuaciones de un niño en el cine. Se nota que es un trabajo hecho con el corazón. No es una película de terror como pudo haber parecido en su estreno, y a cambio brilla con más fuerza el contenido humano de esta historia llena de ternura sobre la necesidad de aceptar el papel que le toca a uno en la vida (y en la muerte).

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