29.3.07

Todos somos héroes en el fondo. Pero ¿qué tipo de héroe? Como no quiero quedarme sin saberlo, consulto en Internet, que es donde hay que mirar siempre para salir de dudas. Este test revela que soy inteligente, ingenioso y un un poco enteradillo, y que poseo un gran poder y una gran responsabilidad. Este otro test afirma que soy un niño grande de gran talento que en el fondo sólo quiere llevar una vida normal. Mis amigos me aceptan en su pandilla sin sospechar que soy más de lo que parezco. Confirmado, pues. Nueve de cada diez especialistas lo avalan y el décimo estaba salvando el mundo: no soy Superman, Flash, Hulk, Lobezno ni Batman. Soy tu vecino y amigo Spiderman. Y tú, ¿qué tipo de héroe eres?

23.3.07

Pero lo que hace «Héroes» es explotar una veta abierta hace tiempo: dejando aparte los semidioses de la mitología y héroes de novela como Allan Quatermain, Sherlock Holmes, Pimpinela Escarlata, Tarzan, John Carter, el Zorro o la Sombra (a Jekyll, el hombre invisible y Drácula no los cuento; son superhombres pero no héroes), los superhéroes cobraron forma moderna con el cómic desde la llegada de Popeye en 1929, Mandrake en 1936, Superman en 1938, el Capitán América en 1941 o los Cuatro Fantásticos y la Patrulla X en los sesenta.
Estos últimos, los mutantes de Marvel representados en esta antológica portada de 1975, son seres con habilidades sobrenaturales que al parecer son el siguiente eslabón en la cadena evolutiva humana. De este modo, comparten planeta con los Homo sapiens de igual modo que éstos coexistieron con los neandertales hace decenas de miles de años. «Héroes» recupera en cierto modo esta idea, que también recogen las recientes adaptaciones de X-Men al cine. (Estos días hemos estado viendo las películas en DVD aprovechando el tirón superheroico.) Así, pues, no sólo los poderes de Sylar, Claire, Peter o Matt recuerdan enormemente a los de Jean Grey, Lobezno, Pícara y el profesor X (Hiro es la excepción; el héroe más original de la serie, y a la vez el eje sobre el que gira la propia definición de héroe: compasivo, dulce, entusiasta, inquebrantable en sus principios). Los personajes de «Héroes» y X-Men tienen más en común: no obtienen sus poderes de las espinacas ni de una picadura de araña radioactiva, sino que los han adquirido de forma natural. ¿Estas nuevas funciones son producto de una mutación espontánea del ADN (el motor que ha hecho evolucionar las formas de vida, junto con la selección natural), o bien se deben a un mayor aprovechamiento de potencialidades innatas para mover objetos a distancia, acelerar la curación de daños corporales o comunicarse telepáticamente, comunes a todos los seres humanos? En cualquier caso, el desarrollo del concepto de superhéroe en el cómic, el cine o la televisión nos ayuda a ampliar nuestra concepción del ser humano. Y entretanto, qué buenos ratos nos hace pasar, oye.

21.3.07

Siguiendo con el tema de las series, en casa hemos descubierto «Héroes», muy al estilo de «Perdidos» en lo que se refiere a complicar la trama ad infinitum y de dejarnos colgados al final de cada episodio. Lo bueno de «Héroes» es que va de gente con superpoderes, que lo hace mucho más fascinante. Lo es, al menos, para los wikipedistas que han creado una página wiki dedicada exclusivamente a la serie y que ya cuenta con mil artículos sin que haya terminado siquiera la primera temporada. Eso sí es supervelocidad. Precisamente del Heroeswiki he sacado esta bonita imagen de Peter volando.
La ilustración es de Tim Sale, el autor de los cuadros premonitorios de Isaac y uno de mis dibujantes de cómics preferidos. Si no has leído ninguno de los trabajos que ha hecho con Jeph Loeb (que por cierto participa en el guión y la producción ejecutiva de «Héroes»), como El largo Halloween, Superman para todas las estaciones, Spider-Man: Azul (mi preferida), Daredevil: Amarillo, o Hulk: Gris, hazlo ya.

14.3.07


Los miércoles sempre nos acostamos tarde enganchados a la serie «Entre fantasmas», cuya carátula, por cierto, es una preciosidad diseñada por la artista Maggie Taylor.

Entre los productores están la protagonista, Jennifer Love Hewitt, que es una chica que va siempre muy mona, y un señor que se llama James Van Praagh y que parece ser que está muy puesto en el tema de los «espíritus en tránsito». Se nota. El otro día dijeron que hay más espíritus perdidos en un centro comecial que en un cementerio. Cuánta razón tienen. Los fantasmas que desfilan por la serie ni dan miedo ni van a mala leche, sino que son más como los que veía y oía el niño de El sexto sentido: más bien agobiados, perdidos y un poco pesados, la verdad. La trama de cada episodio, pues, no se sostiene a base de sustos ni truculencias sino que nos invita a resolver el misterio que mantiene entre los vivos al muerto de turno. Y lo bonito del asunto es que Jennifer, al ayudar a los muertos, acaba echando una mano también a los vivos. La estructura es siempre la misma y, aún así, las historias están tratadas con mucho cariño porque siempre te tocan la fibra sensible. Yo no sé por qué, pero no hay ni una vez en la que no soltemos la lagrimita. La Cuatro, encima, suelta tres episodios seguidos, uno de la segunda temporada y luego dos de la primera, con lo que tras la maratón terminamos echando mano del pañuelito tres veces antes de ir a dormir. Bueno, al menos nos acostamos habiendo perdido un poco la imagen horripilante de los espíritus que han ido creando tantas y tantas películas de miedo.

13.3.07

Ha sobrevivido cerca de diez mudanzas. Ha estado agarrada con cinchetas a la pared de mi cuarto, pegada a la torre de un PC con celo, enterrada en cajas y carpetas, y siempre ha vuelto a reaparecer para buscar un rincón privilegiado de mi campo visual. Es una postal que compré hace entre quince y veinte años: un gato negro, de espaldas, contempla desde la repisa de una ventana un paisaje con niebla. Recuerdo lo que pensé la primera vez que la vi: la estampa ideal de lo que es un hogar. La miro ahora y veo a Janfri contemplando los árboles desde el cristal del balcón. La imagen es sorprendentemente parecida.

No es difícil desgranar más recuerdos. Recuerdo, por ejemplo, ser niño y esperar con ilusión el momento en que empezara «Mazinguer Z» o «La abeja Maya». Y me veo a mí mismo años después dando mis primeros pasos profesionales traduciendo dibujos animados: «Combattler V» (un cruce entre Mazinger y el Comando G), y otros: «El Jorobado de Notre Dame», «Los Babaloos», «Gumdrop». Probablemente muchos de mis trabajos actuales tienen ecos de ilusiones del pasado: recuerdo que me refugiaba en la biblioteca o bajo las sábanas, como el Bastián de La Historia Interminable, leyendo novelas de aventuras y fantasía. De ahí proceden muchos de los momentos más mágicos de mi infancia. Y me veo ahora traduciendo literatura infantil y juvenil. Leía adaptaciones en papel de las películas de Disney y ahora las hago.

Recuerdo identificarme con entusiasmo con los valores de La guerra de las galaxias a la vez que sus escenarios me hacían soñar. Años después, me veo puliendo la traducción de La guía definitiva de Star Wars y otros libros que desvelan todos los secretos de la saga. Y, tirando del hilo de los recuerdos relacionados con el cine, recuerdo descubrir a Lauren Bacall en Cayo Largo hace ya bastantes años y pensar que era la mujer más hermosa del mundo. Y termino traduciendo su autobiografía. Y recuerdo la emoción con la que empecé a recorrer las salas de cine de versión original de Barcelona. Me guardaba las hojas promocionales para conservar ese recuerdo, y llevo años ya traduciendo dossiers de prensa de cine para distribuidoras alternativas. También recuerdo escaparme a Sitges cuando el festival de cine era en septiembre y de paso terminar la temporada de playa con un último baño en el mar. Seguí con el ritual hasta que terminé traduciendo películas de fantasía y terror para el mismo festival.

¡Y los cómics! Aprendí a leer con los mortadelos, y aprendí inglés y francés para poder leer «X-Men» y «Spirou» en el idioma original. Saber idiomas te ayuda a leer y ahora ayudo a leer a los que no saben idiomas. Y en el proceso de aprender a leer y ayudar a leer, los cómics, en todos los idiomas, han acabado poblando a centenares mis estanterías o esperan pacientemente en cajas.

Sin duda, nuestros pensamientos modelan nuestra realidad. Me doy cuenta al mirar a ese gato fotografiado en la postal y ese paisaje que, cuando se levante la niebla, probablemente mostrará la vega de Granada.

Si guardas recortes o postales, si conservas un diario de tu infancia o adolescencia, busca un poco en el baúl de los recuerdos y te sorprenderás al ver cuántos sueños de ayer son las realidades de ahora.

Por eso no hay que dejar de soñar.

12.3.07

En luna nueva, llegó el año nuevo chino. Anochece más tarde, florecen los almendros, se acerca la primavera y, en luna llena, llegó un eclipse lunar total, otro símbolo de renovación y de cambio. Eva, Janfri y yo lo estuvimos observando desde casa, a ratos, mientras la esfera luminosa se convertía en una canica rojiza. Normalmente me gusta ver la luna justo cuando termina o comienza su fase: es entonces cuando una mínima franja de luz deja entrever la penumbra cenicienta del resto de la esfera. El eclipse del otro día nos dejaba ver una sombra parecida, teñida de tonos rojizos. Es una ocasión especial en la que podemos ver una luna diferente, que nos revela una faceta sutil como la que debía de percibir mirando al cielo la niña del piso de abajo, a la que oímos decir: «se escucha música desde la luna». Esa era la nana cósmica con la que nos acostamos aquel día.