El sábado, recogiendo una zapatilla del suelo, me di un golpe en la frente que me dejó una marca roja. Aun así, no caí en qué día era hasta que Eva y yo entramos en el Corte Inglés. Mientras ella miraba relojes, yo cotilleé un poco en la librería. Cuando pregunté al encargado si tenían libros en inglés, me dijo:
--Están en ese pasillo, pero si quiere el último Harry Potter, está en ese expositor.
Menudo comentario. ¿Me había visto cara de fan de Harry Potter? ¿Sería la marca en la frente? Y entonces caí: 21 de marzo, fecha del lanzamiento internacional de
Deathly Hallows. En tal fecha, cualquiera que preguntara por libros en inglés andaría en busca de ESE libro, marca en la frente o no. Eso sí, nada de colas en el expositor. No había ni rastro de las legiones de fans desaforados que describe la prensa.
Las últimas entregas de la saga las leí nada más salieron, pero esta vez no estaba tanto por la labor. Sin embargo, habiendo leído ya los otros seis libros, no tenía sentido no comprar éste. ¿Acaso iba a esperar a que todos supieran el final menos yo? ¿Qué personaje protagonista morirá? ¿Cómo será el enfrentamiento final entre Voldi y Harry? ¿Snape es bueno o malo? ¿Cómo acabará lo de Harry con Ginny? ¿Y Ron con Hermione? ¿Nos ahorrarán por una vez la pesadez del partido de quidditch de rigor?
Qué contentos volvimos a casa. Eva con el reloj de sus sueños y yo con mi Harry Potter... y, en pleno frenesí consumista, pantalones nuevos y deportivas nuevas.
No soy yo el único afectado por la pottimanía. Me acaba de decir mi amiga Antonella (la única persona que conozco capaz de leerse cada Harry Potter el primer fin de semana) que le escriba cuando llegue a la página 553. La intriga me corroe. Por otro lado, hoy mismo, en la biblioteca de aquí, de Huétor-Vega, mientras yo devolvía unos libros, un niño de apenas ocho años esperaba su turno para coger en préstamo su
Orden del Fénix.
--¿Has visto la película? --le pregunto.
--Sí.
--¿Te ha gustado?
--Sí.
--Todos van como locos con Harry Potter --interviene la bibliotecaria--. Yo vi la última pero no me enteré de nada.
Luego me aclara que no había visto las anteriores. Es que no se puede empezar la casa por el tejado. Seguro que mi nuevo amigo era más aplicado.
--¿Has visto todas las películas?
--Sí. --Es una respuesta que sirve para todo.
--¿Y cuál te ha gustado más?
--La segunda.
La bibliotecaria vuelve a meter cuchara:
--Seguro que el libro está mejor que la película. --Topicazo.
--Bueno, la verdad es que las pelis tampoco están mal. --Yo soy más de llevar la contraria. Y entonce me dirijo al niño--: La segunda está bien, pero la tercera es la mejor. El quinto libro no me gustó tanto porque matan a un personaje que me gustaba y me dio pena.
--Ya le estás dando pistas --tercia la bibliotecaria.
--Bueno, él ya lo sabe porque ya ha visto la película, ¿verdad?
--Sí --contesta él.
--Pero a ella no le vamos a decir quién muere, ¿a que no?
--No.
Entre el pequeño lector y yo tal vez hayamos captado a una nueva fan.