25.1.07

Qué bonito es eso de ver nevar desde la ventana. Eva ha echado unas fotos pero se ha resistido a salir a la calle.
La verdad es que hace frío, pero seguramente no tanto como el que hace en los alrededores del monasterio de los cartujanos de la película El gran silencio. Tres meses sin ir al cine y ésta es la película que nos ha sentado (en silencio) en una butaca granadina por primera vez. Vale la pena, pero la verdad es que las tres horas se podían haber quedado igual en dos y nos habríamos enterado también. El silencio no es absoluto en la película, pero da más valor a las palabras que se pronuncian en ella. No digo más. La cámara, discreta, espía en silencio, sin comentarios ni entrevistas, la vida cotidiana de los monjes mientras tu mente observa también y calla a su vez. Parece que el silencio exterior nos enfrenta a una soledad que no es tal y nos ayuda a crear el silencio interior, que es lo que se pretende. Tan impresionados nos hemos quedado Eva y yo que vamos a declarar un día de silencio al mes. A ver cómo resulta. Ya te contaré.

7.1.07

Viene hoy en El País una serie de artículos sobre la traducción de libros muy reveladora. Un reportaje llamado «Traducciones crecientes, dinero menguante», explica que, aunque el sector editorial español es el cuarto del mundo en número de títulos publicados, la traducción literaria acaba siendo una actividad de aficionado en lo que a remuneración se refiere por culpa de las prácticas abusivas de los editores respecto a los traductores. Entre estas prácticas del «editore traditore» se cuentan:
- Incumplir contratos y no pagar los derechos de autor que corresponden al traductor (un cánon pactado en torno al 1%-1,5% pero que en caso de aplicarse llega a bajar al 0,05%).
- No revisar las tarifas de traducción en 10 años excepto para rebajarlas.
- Ofrecer un libro a varios traductores y contratar al que acepte la más baja.
La última jugarreta la explica Carlos Milla, traductor y coautor del artículo «Los sistemas de cómputo y el rendimiento del trabajo de traducción en el sector editorial»:

«Antes nos pagaban por página, porque escribíamos a máquina. Cada folio tiene 30 líneas y 70 espacios y nos pagaban lo mismo independientemente de que esas 30 líneas y 70 espacios estuvieran llenos o no [no los llenarían, por ejemplo, los diálogos ni los versos]: Con ese sistema, editor y traductor daban por supuesto un equilibrio. Sin embargo, hace tiempo, un genio editorial vio que si contaba las páginas y luego sus caracteres y los dividía entre 2100 [que son los caracteres que hay en una plantilla de 30 líneas - 70 espacios] ya no tenía que pagar al traductor esos espacios en blanco.»

Este nuevo sistema de cómputo llega a reducir un 20% los ingresos de los traductores. Como apostilla otro traductor, Manuel Serrat Crespo, «hasta que no podamos demostrar que las traducciones, las buenas y las malas, afectan a las ventas, a las editoriales les importará un comino.» Para ello, tiene que haber entre el público una cultura de la traducción: «Que un señor o señora vaya a la librería y diga "¿Quién ha traducido este libro?"».

Como muestra, un botón: en la misma edición de hoy aparece un artículo que sigue la trayectoria de Matilde Horne, traductora de El señor de los anillos, que dejó de percibir beneficios de su trabajo cuando Minotauro fue absorbida por Planeta, que ofreció un finiquito a la traductora a cambio de quedarse con todos los derechos sobre la traducción generados por las ventas de la novela a partir de 2001, fecha del estreno de la adaptación cinematográfica de la primera parte de la obra. Ese mismo año se vendieron un millón de ejemplares de la trilogía, y aún ahora se sitúa en el número 10 de los libros más comprados. Esta señora de 92 años vive ahora en una residencia de ancianos de Ibiza tras 50 años de oficio, sin ver un céntimo de ese 1% que le correspondería de cada ejemplar de un libro que cuesta entre 15 y 50 euros y del que se venden varios cientos de miles de ejemplares al año.

Ya lo sabes. Cada vez que disfrutes de un libro escrito en otro idioma, acuérdate de que es el traductor quien ha permitido que pases tan buenos momentos, el que ha ayudado a crear un artículo de calidad. Por eso, cuando puedas elegir, rechaza el libro cuyo traductor no figure: es uno de los síntomas de que no se ha cuidado la edición. Y, cada vez que una mala traducción reste valor a ese libro que has comprado, devuélvelo a la librería: es un artículo de mala calidad como cualquier otro y deben devolverte el dinero.

5.1.07

No estás preparado para el futuro si no estás preparado para los terremotos, o al menos eso es lo que afirma el Instituto Geofísico de Andalucía, tal como informa el Ideal de hoy. Yo no lo estoy mucho, porque el que hubo ayer a medianoche en Granada me pareció tremendo. No sé si es que en las tierras donde crecí no se sienten tanto los terremotos o es que me pillaron distraído, pero yo nunca había vivido uno con tanta intensidad. Éste fue de 3,8 grados, o sea poca cosa en términos japoneses, pero aún así impresiona bastante notar que todo se mueve a tu alrededor como si estuvieses en un avión y no en una casa con cimientos. Como no estoy muy acostumbrado, el susto se me tardó en pasar, pero es que además llevaba todo el día espeso y de mal humor. A lo mejor dirás que no tiene nada que ver, pero estoy convencido de que la Tierra no puede zarandearse sin zarandearte a ti, esté donde esté el epicentro, lo percibas conscientemente o no.
Por aquí la gente se toma las cosas con bastante tranquilidad. Según datos del Instituto Geográfico Nacional, Granada sufre una media diaria de tres terremotos, eso sí, tan leves que sólo los sismógrafos los perciben. Pero yo creo que los granadinos los notan inconscientemente y por eso no les gusta que les atosiguen. De ahí la proverbial mala follá que abunda por estos lares: con tanto meneo, cualquier cosa que implique mover un dedo da como pereza. Y habiendo sufrido catástrofes como el terremoto de Semana Santa de 1956 en Albolote o el que arrasó Alhama en 1884, por menos que eso no vale la pena ni alzar una ceja. Eso sí que es estar preparados para el futuro. A ver si se me pega algo.