5.7.06

Me doy cuenta de que no he escrito nada desde hace cosa de un mes, así que habrá que ponerse a ello aunque sea sólo para inaugurar el verano. Vamos allá.
La semana pasada terminé por fin la traducción que empecé justo después de Semana Santa, 128.000 palabras de un libro que ha acabado siendo una especie de maratón. Es la última obra de Lou Marinoff, el autor de Más Platón y menos Prozac, y se llamará algo así como "El camino medio". Las condiciones no han sido las ideales para traducirla: las cerca de 800 páginas tenían que estar traducidas en dos meses, lo que sólo puede hacerse si se reparte el trabajo en dos traductores como mínimo. A mí me ha tocado la segunda mitad, lo que ya empieza a ser una constante después de La gran evasión y Por mí misma y un par de cosas más. Por lo visto, estoy destinado a traducir sólo la mitad de casi todas las obras de no ficción que pasan por mis manos, y a que sea la segunda mitad. Al menos, así me entero de si la cosa termina bien y quién es el asesino. Es broma.
Y es que los editores tienen cada vez más prisas. A diferencia de las novelas (que a veces también terminan traduciéndosen a cuatro, o seis, manos), los ensayos dan cierto margen para repartir la traducción, ya que hay menos criterios estilísticos que unificar. Para un editor, atento siempre a la necesidad de inmediatez de los mercados, la tentación de tener un tocho traducido en dos meses es demasiado grande. Y aquí es donde se pone a prueba el buen hacer (y la fe) del traductor, que mientras trabaja a contrarreloj se pregunta cuánto durará en los expositores la obra traducida: si hay prisa para arrojar un libro a los expositores de las librerías en cuanto salga a la venta, es fácil deducir que habrá la misma prisa para retirarlos y olvidarlos.

No hay comentarios: