14.8.08


Al enumerar mis lugares favoritos del pueblo me doy cuenta de que hace dos años, cuando llegamos aquí, muchas de estas cosas no estaban: el Museo Real abrió después; el Turista terminó entonces su renovación; el Carmen de San Rafael y el parque de la Nava estaban en obras. Es casi como si todo esto hubiera aparecido en respuesta a lo que nosotros necesitábamos.
Y si no cuento lo que me pasó ayer, reviento. Resulta que durante más de un año he estado guardando en mi hucha de cerdito todas las monedas de un euro y de dos extranjeras que caían en mis manos. Así ahorraba para los gastos de Malaisia. Bien, pues ayer me pasé por el banco para cambiarlas por billetes. Vengo a cambiar monedas por billetes, les digo. ¿Cuánto? Doscientos euros. El hombre que había entrado detrás de mí va y dice: Pues yo vengo a hacer al revés, a cambiar billetes por monedas. Y adivina cuánto necesitaba: doscientos euros. Pues nada: hicimos nuestro intercambio y la cajera sólo dio oficialidad al momento, porque no tuvo que intervenir para nada.
Por efecto dominó se entiende aquello que ocurre cuando una pieza hace caer a la siguiente, y ésta a la siguiente, y así sucesivamente hasta que han caído todas las piezas. Pero es que a veces nos olvidamos de que al dominó no se juega así. Se juega poniendo en la mesa una pieza con dos números. Cada número reclama una pieza que tenga el mismo número, y esta nueva pieza reclamará otro número más. Cuando entré en el banco, estaba reclamando un número, y entonces apareció otro jugador con el mismo número. Para mí, el efecto dominó es esto: cuando una necesidad encuentra inmediatamente su respuesta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

pues que razon tienes, la vida es una partidita de domino
pero que pasa si en tu partida, despues de colocar frente a ti todas las fichas que te han tocado, ordenaditas (lo que lleva su tiempo, yo las pongo de mayor a menor) alguien va y cierra y te has quedado con todos los dobles?
que faena, no?
pues eso no solo pasa sino que los buenos jugadores lo buscan, estudian sus puntos, los de su pareja, los de los contrarios y si puedo dejar a los otros colgados, mejor antes de que ellos me dejen a mi
como la vida misma, que le vamos a hacer

Daniel Cortés dijo...

Claro, pero es que lo bueno del juego de la vida es que las fichas nunca se acaban. Y por eso nadie gana ni pierde hasta que se acaba el tiempo que se nos da. Y aun entonces, lo de ganar y perder es relativo. En cualquier caso, nunca se gana realmente si es a costa de los demás.
Qué juego tan chulo, el dominó, con esas piezas tan ruidosas y con ese clavito en el centro que va tan bien para hecerlas girar.