5.2.07

A veces, ante decisiones difíciles, pedimos consejo a los demás y también consultamos algún oráculo: sacar las runas, una carta o el I Ching. Pero a veces la forma en que tu cuerpo reacciona físicamente ante una disyuntiva es lo que más nos ayuda a decidirnos.
Hace cosa de una semana una editorial me propuso una nueva modalidad de pago. En lugar de cobrar una tarifa por página traducida, me llevaría un anticipo que equivaldría aproximadamente a la mitad de lo que recibiría por la traducción del libro. A cambio, se me ofrece un cánon de un 5% en concepto de derechos de autor en lugar del porcentaje usual que rondaría el 1%. Eso quiere decir que, una vez se llegase a una cifra de ventas de unos 2000 ejemplares, empezaría a cobrar 1,5 euros por ejemplar que se sumarían al anticipo recibido. Una posibilidad de mejorar la remuneración, sin duda, pero también un riesgo: la primera edición es de 3500 ejemplares, que en caso de venderse en su totalidad seguirían sin cubrir mi remuneración habitual. Por un lado, tengo la posibilidad de cobrar indefinidamente un cánon generoso a cambio de traducir la primera de una serie de seis novelas históricas apasionantes y bien escritas. Por el otro, asumo lel riesgo de cobrar la mitad después de meses de duro de trabajo que debería compaginar con mis encargos habituales.
En esta tesitura, mi cuerpo se dejó invadir por el virus de la gripe, que después de dos días de resistencia numantina, terminó mandándome a la cama sin posibilidad de trabajar nada en el estado mental que te provocan los 38 grados de fiebre. De este modo, tuve que aplazar todos los trabajos que tenía entre manos y posponer la decisión. Tal vez lo que ha ocurrido es que mi cuerpo se ha negado a afrontar la perspectiva de sudar la gota gorda hasta el verano llevando varios proyectos a la vez para que el más importante de ellos quede como quien dice sin remunerar.

No hay comentarios: