14.3.07


Los miércoles sempre nos acostamos tarde enganchados a la serie «Entre fantasmas», cuya carátula, por cierto, es una preciosidad diseñada por la artista Maggie Taylor.

Entre los productores están la protagonista, Jennifer Love Hewitt, que es una chica que va siempre muy mona, y un señor que se llama James Van Praagh y que parece ser que está muy puesto en el tema de los «espíritus en tránsito». Se nota. El otro día dijeron que hay más espíritus perdidos en un centro comecial que en un cementerio. Cuánta razón tienen. Los fantasmas que desfilan por la serie ni dan miedo ni van a mala leche, sino que son más como los que veía y oía el niño de El sexto sentido: más bien agobiados, perdidos y un poco pesados, la verdad. La trama de cada episodio, pues, no se sostiene a base de sustos ni truculencias sino que nos invita a resolver el misterio que mantiene entre los vivos al muerto de turno. Y lo bonito del asunto es que Jennifer, al ayudar a los muertos, acaba echando una mano también a los vivos. La estructura es siempre la misma y, aún así, las historias están tratadas con mucho cariño porque siempre te tocan la fibra sensible. Yo no sé por qué, pero no hay ni una vez en la que no soltemos la lagrimita. La Cuatro, encima, suelta tres episodios seguidos, uno de la segunda temporada y luego dos de la primera, con lo que tras la maratón terminamos echando mano del pañuelito tres veces antes de ir a dormir. Bueno, al menos nos acostamos habiendo perdido un poco la imagen horripilante de los espíritus que han ido creando tantas y tantas películas de miedo.

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