23.3.07

Pero lo que hace «Héroes» es explotar una veta abierta hace tiempo: dejando aparte los semidioses de la mitología y héroes de novela como Allan Quatermain, Sherlock Holmes, Pimpinela Escarlata, Tarzan, John Carter, el Zorro o la Sombra (a Jekyll, el hombre invisible y Drácula no los cuento; son superhombres pero no héroes), los superhéroes cobraron forma moderna con el cómic desde la llegada de Popeye en 1929, Mandrake en 1936, Superman en 1938, el Capitán América en 1941 o los Cuatro Fantásticos y la Patrulla X en los sesenta.
Estos últimos, los mutantes de Marvel representados en esta antológica portada de 1975, son seres con habilidades sobrenaturales que al parecer son el siguiente eslabón en la cadena evolutiva humana. De este modo, comparten planeta con los Homo sapiens de igual modo que éstos coexistieron con los neandertales hace decenas de miles de años. «Héroes» recupera en cierto modo esta idea, que también recogen las recientes adaptaciones de X-Men al cine. (Estos días hemos estado viendo las películas en DVD aprovechando el tirón superheroico.) Así, pues, no sólo los poderes de Sylar, Claire, Peter o Matt recuerdan enormemente a los de Jean Grey, Lobezno, Pícara y el profesor X (Hiro es la excepción; el héroe más original de la serie, y a la vez el eje sobre el que gira la propia definición de héroe: compasivo, dulce, entusiasta, inquebrantable en sus principios). Los personajes de «Héroes» y X-Men tienen más en común: no obtienen sus poderes de las espinacas ni de una picadura de araña radioactiva, sino que los han adquirido de forma natural. ¿Estas nuevas funciones son producto de una mutación espontánea del ADN (el motor que ha hecho evolucionar las formas de vida, junto con la selección natural), o bien se deben a un mayor aprovechamiento de potencialidades innatas para mover objetos a distancia, acelerar la curación de daños corporales o comunicarse telepáticamente, comunes a todos los seres humanos? En cualquier caso, el desarrollo del concepto de superhéroe en el cómic, el cine o la televisión nos ayuda a ampliar nuestra concepción del ser humano. Y entretanto, qué buenos ratos nos hace pasar, oye.

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