19.9.07

Si en El libro de la selva Mowgli deja a sus amigos para unirse a sus semejantes, algo parecido ha hecho la elefanta «Savitri» al escaparse con un elefante salvaje en una noticia que acabo de leer en la web de Equanimal. No sé si aconsejarte que navegues por su web porque las imágenes que utiliza la asociación para anunciarse son demasiado espeluznantes para mi gusto. Sin embargo, sus motivaciones son correctas y la verdad es que con sus actos consiguen una visibilidad y concienciación impresionantes. Lo último es su adhesión a una campaña internacional para salvar a los delfines que, como cada otoño, corren el peligro de ser cazados en las costas de costas de Taiji (Japón). Para ello, Equanimal ha convocado una manifestación el día 25 al mediodía frente a la embajada nipona (Calle Serrano, 109) en Madrid.

Ya que estamos con este tema, te diré que yo creo que los derechos de las personas son tanto o más importantes que los de los animales, pero es que una cosa no contradice a la otra, más bien van unidas en un todo. Por ejemplo, que el estado español subvencione los espectáculos taurinos con 564 millones de euros al año no sólo vulnera los derechos de los animales, sino los de todos los contribuyentes que no hemos pedido dedicar nuestros impuestos a apoyar tales actos. Que se utilicen plaguicidas de forma irresponsable afecta a toda una cadena alimentaria de la que el ser humano a menudo es el último eslabón. Que mascotas como los gatos no sean esterilizados por sus dueños puede crear un aumento geométrico de la población de estos animales que no beneficia ni a ellos ni a las personas, sino todo lo contrario. Eliminar una especie animal o reducir radicalmente su número afecta de forma invariablmente a ecosistemas de los que todos dependemos. Tampoco lo contrario, es decir, favorecer la superpoblación de ciertas especies, es deseable. Por ejemplo, dejar que la carne ocupe un lugar importante en nuestra dieta obliga a mantener de forma artificial a miles de millones de animales que consumen toneladas y toneladas de pastos, pienso, etc. Esto supone un derroche de agua dulce y en general de unos recursos que se emplearían de forma mucho más efectiva en la producción de alimentos vegetales que en la de alimentos cárnicos. Con lo cual, comiendo menos carne no sólo reducimos el uso de la valiosísima agua potable sino también el hambre en el mundo.
De modo que no vale el clásico argumento de que defender a los animales no tiene sentido cuando hay tantos seres humanos sufriendo: todo lo que beneficie a cualquier ser vivo beneficia de rebote al resto de los habitantes de nuestro planeta.

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