7.1.07

Viene hoy en El País una serie de artículos sobre la traducción de libros muy reveladora. Un reportaje llamado «Traducciones crecientes, dinero menguante», explica que, aunque el sector editorial español es el cuarto del mundo en número de títulos publicados, la traducción literaria acaba siendo una actividad de aficionado en lo que a remuneración se refiere por culpa de las prácticas abusivas de los editores respecto a los traductores. Entre estas prácticas del «editore traditore» se cuentan:
- Incumplir contratos y no pagar los derechos de autor que corresponden al traductor (un cánon pactado en torno al 1%-1,5% pero que en caso de aplicarse llega a bajar al 0,05%).
- No revisar las tarifas de traducción en 10 años excepto para rebajarlas.
- Ofrecer un libro a varios traductores y contratar al que acepte la más baja.
La última jugarreta la explica Carlos Milla, traductor y coautor del artículo «Los sistemas de cómputo y el rendimiento del trabajo de traducción en el sector editorial»:

«Antes nos pagaban por página, porque escribíamos a máquina. Cada folio tiene 30 líneas y 70 espacios y nos pagaban lo mismo independientemente de que esas 30 líneas y 70 espacios estuvieran llenos o no [no los llenarían, por ejemplo, los diálogos ni los versos]: Con ese sistema, editor y traductor daban por supuesto un equilibrio. Sin embargo, hace tiempo, un genio editorial vio que si contaba las páginas y luego sus caracteres y los dividía entre 2100 [que son los caracteres que hay en una plantilla de 30 líneas - 70 espacios] ya no tenía que pagar al traductor esos espacios en blanco.»

Este nuevo sistema de cómputo llega a reducir un 20% los ingresos de los traductores. Como apostilla otro traductor, Manuel Serrat Crespo, «hasta que no podamos demostrar que las traducciones, las buenas y las malas, afectan a las ventas, a las editoriales les importará un comino.» Para ello, tiene que haber entre el público una cultura de la traducción: «Que un señor o señora vaya a la librería y diga "¿Quién ha traducido este libro?"».

Como muestra, un botón: en la misma edición de hoy aparece un artículo que sigue la trayectoria de Matilde Horne, traductora de El señor de los anillos, que dejó de percibir beneficios de su trabajo cuando Minotauro fue absorbida por Planeta, que ofreció un finiquito a la traductora a cambio de quedarse con todos los derechos sobre la traducción generados por las ventas de la novela a partir de 2001, fecha del estreno de la adaptación cinematográfica de la primera parte de la obra. Ese mismo año se vendieron un millón de ejemplares de la trilogía, y aún ahora se sitúa en el número 10 de los libros más comprados. Esta señora de 92 años vive ahora en una residencia de ancianos de Ibiza tras 50 años de oficio, sin ver un céntimo de ese 1% que le correspondería de cada ejemplar de un libro que cuesta entre 15 y 50 euros y del que se venden varios cientos de miles de ejemplares al año.

Ya lo sabes. Cada vez que disfrutes de un libro escrito en otro idioma, acuérdate de que es el traductor quien ha permitido que pases tan buenos momentos, el que ha ayudado a crear un artículo de calidad. Por eso, cuando puedas elegir, rechaza el libro cuyo traductor no figure: es uno de los síntomas de que no se ha cuidado la edición. Y, cada vez que una mala traducción reste valor a ese libro que has comprado, devuélvelo a la librería: es un artículo de mala calidad como cualquier otro y deben devolverte el dinero.

2 comentarios:

Ignacio Egea dijo...

Una pequeña corrección: la editorial para la que trabajaba Matilde Horne era Minotauro, más que Mondadori.

El medio millón de ejemplares vendidos de "El Señor de los Anillos" desde el estreno de las películas son la clave de todo este asunto.

Saludsos.

Daniel Cortés dijo...

Tienes razón en lo de Minotauro. Corregido está.